¿Qué es TÚ Agenda Setting?

Yo opino. Tú opinas. Él opina. Nosotros opinamos. Vosotros opináis. Ellos mandan.

jueves, 3 de marzo de 2022

Entienda usted

 

Entienda usted que lo que ve no es la realidad. Entienda también que nada es como se lo contaron. Que ya nada existe. Que solo decir gran relato suena a broma y que los restos que ve allí no son de la guerra sino de algo peor, la indiferencia del antes y del después.

Entienda, en suma, que lo que quiero contarle usted ya lo conoce. Puede que lo haya vivido, leído, imaginado, visto, escuchado o escrito. Como estoy haciendo yo.

Sin embargo, ni usted ni yo entendemos nada. Nunca lo hemos hecho porque pese a intuir algo, siempre hemos querido vivir de espaldas a una realidad recurrente que pendula sobre nuestra cabeza y que, si pensamos más de dos segundos sobre ella, orilla nuestras ganas de vivir. Yo ahora ya no pienso. En tiempos de guerra, hay lujos que uno no se puede permitir. Pensar es uno de ellos. Sentir, en cambio, pasa a ser un artículo de necesidad. Una necesidad que muchos han abandonado a la suerte del enemigo. Enemigo, sí. Ya no caben medias tintas para quien nos roba la vida, nos roba el presente y fulmina el futuro. Sentir, sí, hablábamos de sentir. Disculpe, a veces me pierdo intentando poner en orden lo que quiero decir. Decía que a mi lado hay gente que ya no siente. No se lo permite. Dicen que sentir es una forma de perder. Que los sentimientos hacen tomar malas decisiones. Hacen añorar, recordar, padecer, ansiar. Hacen soñar, dicen. Y que no están dispuestos a concederles al enemigo esa victoria. Esa, no.  Creen que sentir les hace traspasar una línea: reconocerle al contrincante cierta entidad, cierta importancia, cierto algo que no merecen. Sí, ya sé. Ese enemigo tiene entidad, nos ha cambiado y destrozado la vida, pero si agrandamos su sombra, nuestra luz se apagará. Para siempre. Ya no servirá ni luchar, ni pelear, ni resistir. Entienda que yo también resisto mientras escribo esto. Resisto ante mi propia incapacidad de no resistir de otra forma. De no entregarme a la desesperación, a la rabia o a coger un fusil y acabar con lo que sea que haya acabar. Pero no puedo. ¿Sabe usted cómo se coge un fusil?

 No soy capaz de salir de este agujero, también mental, que me he cavado en las últimas semanas. La última vez que tuve fuerza fue para subir a mi casa a por unas cuantas cuartillas, un bolígrafo y una taza con vistas a Los Cárpatos. Nunca bebí nada en esta taza. Era como una forma de volver a aquellas vistas enormes que ahora tienen de fondo al vecino que vive –o vivía, ya no sé cómo conjugar los verbos– y que me odia íntimamente desde aquella vez que le recriminé fumar en el ascensor. Parece que ni todo esto ha cambiado en él. Cuando me ha visto regresar de la visita guiada a lo que puede que ya no vuelvan a ser nuestras casas con las cuartillas, el bolígrafo y la taza me ha regalado un gesto de animadversión mezclado con altas dosis de incomprensión y pena. Todo en un segundo. Admirable. 

Entienda que sé que nadie me lee. En parte escribo por él. El vecino es uno de esos que nos está intentando convencer de que sentir es la primera derrota que podemos evitar. Arenga a los niños, “sois hombres, los hombres no lloran”. A las niñas, “preparaos, en las guerras las niñas también luchan, las niñas también mueren”. A los mayores, “ya sabéis lo que es esto, ayudad y no molestéis”. A los padres, “educad en la guerra para vivir en la paz” e incluso al cura que, se supone, debería ejercer de orador público y que desde que llegó a este sótano, no ha dicho nada. Ni siquiera ha rezado, ni mirado al cielo, ahora cubierto por un crucrigrama de rejillas que hace de techo. Nada. Paralizado, como si se hubiese vaciado por completo. Yo, cada vez que el vecino suelta sus peroratas escribo mentalmente todo lo que le quiero decir, lo que en otras circunstancias puede que le dijese. Sé que los demás también lo hacen. Entienda que todos tenemos argumentos, lo que no tenemos es fuerza para expresarlos. Entienda que la guerra debilita los pensamientos. Entienda que cuando alguien es capaz de mantener la energía, relativa templanza y encadena dos ideas sucesivas con cierto aplomo, el resto asume que puede que tenga razón, convencidos, al menos, por la forma. Entienda que le hablo de un vecino que durante cuatro meses– duración de su mandato como presidente de la comunidad– no sabía ni leer el orden del día. Ese hombre se había convertido en el caudillo de un espacio de tres por tres, rodeado de tuberías por las que pasaban antes nuestras vidas normales. Vidas que ahora tratamos de recuperar en nuestra mente los agentes subversivos que aún creemos que esto es un mal sueño del que nos despertaremos con poco más que un rasguño. Los que sentimos, añoramos, padecemos y hacemos todo lo contrario a lo que nos dice el vecino del cuarto mientras asentimos mansa y mecánicamente a sus soflamas.

Entienda que hay muchas formas de resistir. La mía, hasta que dure la tinta de este bolígrafo negro y  queden cuartillas que llenar, será escribir. Lo que pueda. Como refugio dentro del refugio. Hasta que todo pase y entienda usted, entienda yo, que esto pasó y que no debemos olvidar. Que la memoria es resistencia y que por muchos enemigos o por muchos vecinos del 4º que lo intenten, sentir es lo único que nos diferencia de aquellos que nos lo han quitado todo. Espero que lo entienda.

1 comentario: